CUANDO “NECESITO UN MASAJE” SIGNIFICA : “¡QUITAME ESTO DE ENCIMA!”.


En primer lugar me gustaría reivindicar el masaje como vía de prevención para evitar lesiones mayores que supongan una patología crónica.
Tal y como yo lo concibo, es necesario que el receptor se haga responsable de su salud y cuidados. Los hábitos de vida (alimentación, sueño, ejercicio y pensamientos/emociones) influyen en la preparación del “terreno” para que podamos gestionar los acontecimientos sin estresarnos en exceso.

Lo que nos ocurre fuera es neutro, siempre hay formas diferentes de tomarse las cosas. Tantas como personas.
A veces estamos atascados y necesitamos un «empujoncito», tanto a nivel físico como emocional. Viene bien que alguien nos recuerde o nos indique el camino.


En mis sesiones de masaje utilizo técnicas ayurvédicas o de la medicina tradicional china, que sirven para recordarle al organismo su poder de autosanación a través de la acupresión en puntos y meridianos energéticos. En cuanto a los bloqueos musculares o contracturas, trabajo los tejidos profundos y es necesaria la colaboración del receptor, su apertura y entrega, su participación a través de la actitud y la respiración profunda, para que el proceso sea suave y menos intrusivo.
Así como en la vida a veces llegan «ayuditas» que no sabemos recibir porque interponemos nuestras creencias negativas acerca de nosotros o el mundo que nos rodea; Si no ponemos un poquito de confianza, nos cerramos a lo bueno que pueda llegar.


La fe no se puede transmitir, es una disposición de abrirse a la vida.
La paz interior, la felicidad serena, es una decisión que se toma a cada instante, cuando lo consideramos una prioridad. Y es en medio de un conflicto, cuando nos descubrimos sufriendo, que debemos respirar profundo y recordar nuestro norte; entregándonos a sentir, conectándonos con el cuerpo, soltando los miedos y pidiendo al universo (o al gran espíritu) la corrección de la percepción. Toda esa tensión interior, que se manifestó en conflicto exterior, era sólo una película que nos habíamos montado, una falta de comprensión por un enfoque limitado. Y es que hay mucho más de lo que no sabemos que lo que sabemos o creemos saber.
El ser humano, o mejor dicho: su Ego, con toda arrogancia, es esencialmente ignorante. Y curiosamente necesita controlarlo todo. Por suerte hay otra parte de nosotros, la que está vacía de preconceptos e ideas, que siempre nos acompaña para recordarnos quienes somos en realidad y cuan limitada es nuestra mente. Por mucho que nuestra personalidad se empeñe en hacerlo bien, nos faltan parámetros para juzgar correctamente.

Hay un lugar mágico donde todo se resuelve instantaneamente: el silencio interior.

Si nos entregamos al presente con confianza, encontraremos la libertad deseada, estaremos libres de cargas innecesarias.Todo lo que sucede, viene a enseñarnos algo. Si lo rechazo, seguramente refleja una parte de mí que todavía no he acogido.

Así, cuando recibamos un masaje, abrámonos a sentir el dolor de querer controlar y el descanso de soltar. Inhalo y me hago consciente de mis rigideces, exhalo y me libero. Con una disposición de entrega, el dolor más intenso dura solo un instante, tan efímero como nuestra resistencia a sentir. Todo pasa. La contractura es solo un miedo o desvalorización mantenido más tiempo de la cuenta.

La/el masajista me señala el bloqueo de mi oposición o resistencia a la vida. Y al sentir me hago responsable. Respiro y siento. Entrego y suelto.

En este sentido, paradójicamente la humildad es libertad.

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