Conocí el Clown de la mano de Ignacio Maffi en el Valle del Tietar. Después, en el Postgrado de Gestalt y Cuerpo en «Equipo Centro» tuve la suerte de disfrutar un seminario de Marina Gutiérrez: «Descubriéndote en el cuerpo y la expresión» en el que unificamos ambos enfoques, la actitud del Clown como vía de auto indagación, y el vacío fértil de la Gestalt como camino a la presencia espontánea.
Una invitación a estar «abiertos, disponibles y vulnerables» para ser más conscientes y honestos con nosotros y los demás.
Estar abierto significa cuestionar mis ideas y creencias, ser mentalmente flexible a formas diferentes de pensar.
También es abrirme al sentir del momento con honestidad, reconociendo «dónde estoy», en qué me encuentro para después dar el salto a lo desconocido, permitiendo lo nuevo, lo creativo. Confiando en el instinto natural para poder soltar el control.
Eso es ESTAR DISPONIBLE para empezar a jugar.
Aquí entra en juego el instinto. Me convierto en la eterna «aprendiz» curiosa.
La apertura abarca el pensar, experimentar y sentir. Conectar con la vulnerabilidad es la clave, para estar presentes plenamente sin miedo al miedo, al dolor o al placer. Nada que defender. Aceptar nuestras emociones nos permite fluir para recuperar nuestra fuerza vital y nos hace empáticos.
Y qué ocurre cuando llega el vacío del presente, aquí y ahora? («solos ante el peligro»).
Pues…. que podemos atender a nuestros sentidos. Empezando por respirar, oler, ver, oír. Entrar en contacto con el cuerpo, y ver qué siente, qué necesita. Algo revolucionario en estos tiempos.
La vergüenza, propone Marina, es el sentimiento que surge de la incapacidad de hacer frente a una situación por falta de técnicas o preparación.
La propuesta es quedarse asumiendo la sensación de ridículo centrando la atención en la respiración que nos trae al presente. Luego moverse para desplegar la energía, dándose permiso para soltar la voz y adentrarse en el JUEGO. («La mente se acalla cuando el cuerpo toma la alternativa»). Es abrir la mente y la mirada hacia una actitud curiosa y sin juicio.
Con esa actitud de aceptación se van soltando ideas y patrones limitantes.
Personalmente a mí me ayudó a tomar una actitud de observadora de mis dramas, ya que el mundo deja de ser un lugar peligroso y comienza a ser una aventura. Con el SÍ por delante, para tener la libertad de explorar aquello que creo no ser. Y qué hay más bello en este mundo que una risa sana, o sanar con la risa. Por ejemplo: representar el papel de víctima exageradamente, me saca inmediatamente de la auto conmiseración, si puedo reirme de mí misma.
Un viaje a la autenticidad más descarada, una salida al dolor y una puerta a la esperanza. Para ello hay que rendirse a lo que es. Deshacernos de las máscaras a través de la máscara más pequeña del mundo: la nariz roja.
Aprendiendo a acompañarme, hago posible el acompañamiento a otros que transitan por los laberintos del Ego.
Y descubrí mi necesidad de protagonismo oculta en la humillación de hacerme pequeña hasta desaparecer. El mensaje que todos menos yo pueden ver en ese «misterioso silencio». Descubrí el orgullo latente en la impotencia que genera la auto exigencia. Sólo a través del juego puedo permitirme hacerlo mal. El miedo a la improvisación, el pánico a usar la voz para expresar ideas «que nadie va a comprender». Me reí del absurdo, acepté mi estupidez como ser humano que cree controlar algo. Me liberé de cualquier auto-concepto que pueda encarcelar mi alma.
Por ejemplo, considerarme una persona sincera o creer conocerme. Cualquier máscara es solo eso. No es lo genuino que surge de lo espontáneo. Así que ahora creerme Nadie es el mejor regalo que la sombra me puede traer. La Nada de donde surgen todas las cosas.
«La Presencia es un acto de amor, sobre todo de amor uno mismo».
Néstor Muzo. (Clown Gestalt. El viaje del antihéroe- otra mirada para el proceso terapéutico – Arte & Presencia Ediciones)