Siete decisiones que proporcionan paz a mi vida.

1. RESILENCIA

Cada vez que me doy cuenta de mi dolor, tengo la opción de convertirlo en sufrimiento, alargándolo en el tiempo, o decidir aprovecharlo como una oportunidad de cambio. Entonces los errores son como la catapulta que me lanza a mi mejor versión, cada vez un poquito más cerca.

2. RECONOCER MIS PROPIOS ERRORES

Por difícil que sea detectar y admitir mis faltas, es el único camino para poder corregirlas, si es que nos encontramos en el arduo camino del crecimiento personal.
Si buscamos la paz interior o la felicidad que trae sentirse bien con una misma, a veces tenemos que sacrificar el “orgullo” y reconocer nuestra imperfección sin culparnos por ello. Pasar de la inercia a la responsabilidad. Aceptar mis debilidades me hace humana. Entender que todos hacemos lo mejor que sabemos o que las cosas solo pueden ser como son ( porque así han sido).

Aunque suene dura la palabra “responsabilidad”, se trata de asumir lo que me corresponde, acompañarme en lo bueno y en lo malo, la salud (física y/o mental) o la enfermedad, hasta que la Vida me devuelva a mi SER ESENCIAL.
Después de muchas guerras conmigo misma o contra mi reflejo en los demás, volverá la calma.

3. SINCERIDAD

CONMIGO MISMA.
A veces no es fácil abrirse a la verdad. Reconocer mi inocencia a pesar de mis equivocaciones. Verme ahí, alejada del Amor y la empatía, sumergida en mi egoísmo.
Pero, ¿cómo, si no, podría cambiar?.
Aún viéndolo, es difícil reprogramarme.
Puede que mis patrones de comportamiento sean una herencia de mis antepasados, puede que sean consecuencia de mis circunstancias en la infancia o adolescencia.
Puede que me haya creado condicionamientos dañinos por experiencias dolorosas en mi pasado. Pero siempre es posible reinventarse, aun conviviendo con el dolor que no se ha podido sanar.
Florecer, aprovechando los nutrientes de mi propio abono.

CON LOS DEMÁS.
El valor de reconocer un “pecado” o una falta respecto al otro, viene de una previa aceptación propia. Reconocer que no soy perfecta y aceptarlo. Viene también de admitir que quien me quiere de verdad, me aceptará como soy, a pesar de mis defectos. Siempre y cuando mi deseo sea mejorar y superarme a mí misma. Y que mi intención nunca fue herir al otro conscientemente. Es cierto que a veces actúo desde mi niña herida, y como consecuencia de esos patrones que se repiten, puedo reincidir en mi falta. Entonces no sirve de mucho pedir perdón. Doy permiso al otro para que se aleje, ya que está en su derecho de marcar límites.
El otro tiene derecho a elegir con quién se quiere relacionar y de qué manera. Tiene derecho a saber la verdad. Si a base de mentiras intentara mantenerle a mi lado, no estaría conmigo por quien yo soy. Sería una relación basada en una mentira, aunque sea a base de “mentirijillas” o “mentiras piadosas”. Una farsa. Yo no deseo que el otro me complazca solo en apariencia, no deseo que haga lo que yo quiero y deje de ser él mismo. A la larga, es enfermiza la falta de honestidad. Baja la energía, enturbia la pureza de un amor o una amistad, perdiendo así todo su sentido, porque deja de ser Amor.
Qué sabemos lo que es mejor para el otro ¿no será mejor que lo decida él mismo? Y si no está preparado para aceptarnos ahora, quizás lo haga más adelante. Reconociendo que nadie está “libre de pecado”. Que no hay nada que perdonar. Lo que hacemos al otro, nos lo hacemos a nosotros mismos.
Tenemos que ser el cambio que deseamos ver en el mundo. Si existe un código ético básico, es no hacer al otro lo que no te gustaría que te hicieran. Y que mi libertad termina donde empieza la del otro.

4. HUMILDAD, LA VERDADERA AUTOESTIMA

El Ego nunca se siente suficiente, por más que hagamos. Parte de sentirse separado, de querer ser “Dios” y no necesitar a nadie más.
El Amor a una misma no parte del reconocimiento de los demás.
Saberse insignificante en este Universo no es síntoma de baja autoestima, sino de “realismo sanador”.
Todo depende de un proceso mental de identificación.
Cuando digo “no soy nada” («nada soy») me refiero a esa parte de mí limitada que me hace creer en mi personaje. Si digo “soy todo” me refiero a esa parte de mi mente infinita que me conecta a la creación y más allá.
¿Dónde me reconozco?
Depende tanto del momento! De mi estado de ánimo, hasta que encuentre el equilibrio y la paz.
Me puedo definir de tantas formas…todas falsas si lo miro desde la perspectiva de la Eternidad.

5. VIVIR CON EL CORAZÓN ABIERTO

Los pequeños y grandes traumas, los duelos sin cerrar, las heridas de la infancia, los conflictos interpersonales van minando nuestro corazoncito y poco a poco se cierra, por no saber transitar emociones como la tristeza, la ira o la frustración.
Sentir conscientemente y vivir corporalmente nuestras emociones, nos permite caminar ligeros, sin aferrarnos al sufrimiento.
Abrir el corazón supone enfrentarnos al dolor sin miedo, al miedo sin dolor, a la alegría o al amor sin apego, a la ira sin odio.
Compartir lo que nos pasa, expresar con palabras y con el cuerpo, o a través del arte, hace más liviana nuestra carga y posibilita su transmutación.
Sentir el miedo sin resistencias nos abre al amor, a la alegría, la tristeza sin drama y la rabia sin rencor, a la Paz.

Los extremos se unen cuando dejamos que fluya esa corriente energética.
Desde ahí tomamos decisiones más libremente, menos condicionados, más conectados con nuestro centro.

6. TRANSFORMACION: HOY SOY DISTINTA DE LA DE AYER

¿Por qué “encajonarme” o limitarme al concepto que tengo de mí misma?

¿Qué me impide cambiar mis creencias?

¿Acaso el miedo nos salva de lo desconocido?, ¿o más bien nos impide evolucionar?.

Mis células se renuevan «constante-mente».
Si la vida me pone delante las mismas pruebas una y otra vez, dándome la oportunidad de superarme, ¿qué me impide dar el salto y cambiar?.

7. OBSERVAR A QUIEN OBSERVA

¿Cómo conecto con mi verdadero Ser en medio de tanta confusión?
Me paro, pongo atención a mis pensamientos, me relajo y observo, desde la ecuanimidad.
Entonces me pregunto ¿quién está pensando todo esto?. Ahí puedo conectar con mi observador. Ya que mis pensamientos van cambiando, ellos no soy yo. Lo que permanece es mi esencia. Observo mi mente condicionada, su discurrir, sin quedarme “pillada “ con lo que me cuenta.
¿Quién? es la cuestión.
¿Quién observa mi mente egoica?.
¿Es algo separado de mí?, ¿lo he creado yo o ya estaba ahí?,
¿ha aparecido en algún momento o me acompaña desde siempre?,
¿es algo que me han enseñado o lo llevo innato?,
¿tiene género, cualidad, emoción?, ¿puedo encasillarlo?,
¿tiene edad?,
¿cuánto tardo en llegar hasta ese estado?,
¿hay distancia entre esa conciencia observadora y yo, o tan solo velos que enturbian mi visión?.

Somos ese punto de quietud«. Sin ese punto, no habría danza.
SOMOS EL CENTRO EN MOVIMIENTO.”
GABRIELLE ROTH

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